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En la Val d’Aran, entre cumbres y valles, las mujeres tejieron la vida con manos ágiles, palabras sabias y silenciosa fortaleza.

Esta ruta rinde homenaje a sus antiguos oficios: hilar, curar, amasar, cuidar. Labores invisibles, pero esenciales.A través de cada paso, descubriréis el legado de quienes mantuvieron vivo el valle. Porque en sus gestos cotidianos habita la historia profunda de esta tierra.

1. Lavadora

Día de colada. Trabajo esencial e invisible reservado a las mujeres. Y en invierno, porque en verano sobraba trabajo y faltaba tiempo. Agua caliente y ceniza en casa. En el lavadero, agua helada y jabón. Un solo día de celebración hacía lucir nuestro trabajo. Ya fuera durante la Fiesta Mayor o por la Asunción de la Virgen María. El resto de los días pasaba desapercibida, pero era fundamental. Las mujeres nos hemos encargado de poner orden en los hogares y realizar la limpieza. Los lavaderos nos han servido como espacios de trabajo, pero también de complicidad. Limpiando hemos creado vínculos entre las mujeres de la comunidad. Aquí y así hemos escuchado y hemos sido escuchadas. «La limpieza de la casa era como la del alma: se hacía cada día, en silencio, con esfuerzo, sin esperar premio». Dolores Medio, escritora asturiana.

2. Maestra

Maestra, lo eres. Es vocacional. Aun así, antes era un trabajo reservado a los hombres, ya que solo ellos tenían acceso a la educación. Nuestro papel era educar en las casas, transmitiendo conocimientos y valores, explicando y dando ejemplo. Ayudando a crecer. Por suerte, la sociedad cambió, accedimos a la enseñanza y pudimos enseñar. «Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo». Maria Montessori, pedagoga italiana.

3. Hiladora

El orgullo de las hiladoras era realizar un trabajo que resultaba mágico: transformar la lana de las ovejas en hilo, y el hilo, en abrigo. Un juego divino con uno de los frutos de la Madre Naturaleza, la lana, y el control del Padre Tiempo, la paciencia. Un proceso que todavía hoy se puede conocer en lugares como la Fabrica dera Lan de Vielha. Nosotras, las hiladoras, con la destreza de nuestros dedos, protegíamos a los habitantes del valle durante el invierno. «Hilar, como vivir, exige paciencia, y cada hilo es un pedazo de tiempo». María Zambrano, filósofa malagueña.

4. Campesina

En primavera, el trabajo de quien trabaja y espera. En verano, recoger, ya sea cereal o lino, y preparar el nido. En otoño, preparar conservas y embutidos. Y en invierno, sigue el trabajo de puertas adentro. Dicen que no todo el mundo puede convivir con la incertidumbre y seguir trabajando cada día. Dicen que la agricultura de subsistencia solo la realiza quien es capaz de subsistir en las condiciones más duras. Dicen que las mujeres que siempre tenemos la capacidad de volvernos a levantar somos el puntal de nuestras casas de campo. «La naturaleza es inagotablemente sostenible si la cuidamos. Es nuestra responsabilidad universal pasar una tierra sana a las futuras generaciones». Sylvia Dolson, naturalista canadiense.

5. Pastora

Una persona pertenecía a una familia, a una casa. Sus acciones y decisiones tenían una repercusión colectiva. Era como una oveja que debía seguir la manada. En las casas, se miraba por el bien de las personas, pero también por el de los animales. El ganado era la base de la economía y había que cuidarlo. Tanto en las casas como en el pueblo, las mujeres eran y son una pieza clave en la cadena de mantener el ganado sano y salvo. «Cuidar es un arte ancestral, profundamente humano y profundamente femenino, que se aprende viendo a otras mujeres amar en silencio». Marcela Lagarde, antropóloga mexicana.

6. Lavadora de material

En la mina, el silencio no existe y cada sonido tiene una respuesta. En la mina hay oscuridad, pero por suerte fuera hay luz. En la mina, cada trabajo conlleva otro. Y el nuestro, el de las mujeres, era la última de las tareas. Estábamos en los bocards (‘molinos de pisón’) de Es Calhaus, Bossòst y Pontaut, limpiando el mineral y eliminando las impurezas. Porque en la mina, cada mano cuenta. «A veces nos parece que lo que hacemos es solamente una gota en el mar, pero el mar sería más pequeño si le faltara una gota». Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la Paz 1979.

7. Curandera

Estábamos allí. Curábamos las enfermedades con nuestros remedios de hierbas medicinales, recolectadas en las praderas y secadas en los desvanes de las casas. Realizábamos la función de comadronas y ayudábamos a las madres a dar luz, a crear un mañana. Transmitíamos nuestros conocimientos de generación en generación. Estamos y estaremos aquí; con todo lo que queda de un conocimiento ancestral aprendido de la tierra y de las mujeres sabias. «Las personas olvidarán lo que dijiste y olvidarán lo que hiciste. Pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir». Maya Angelou, activista norteamericana por los derechos civiles.

8. Madre

Las montañas estarían. El frío del invierno y el sol del verano, la escarcha, el canto de los pájaros en primavera… también estarían. Estaría el valle. Pero sin las madres, el corazón de este país no latiría. «La maternidad no es solo dar vida, es también aprender a cuidarla, enseñarla a crecer y, a veces, dejarla volar». Frida Kahlo, pintora mexicana.