El macizo de la Maladeta y el Aneto están íntimamente ligados a Val d’Aran y, desde la Artiga de Lin o por los caminos de sierra de Horno, se puede llegar hasta ellos a través de bellos pero duros itinerarios a pie.

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo las laderas del macizo de La Maladeta se encontraban cubiertas de frescas hierbas, donde los pastores llevaban sus rebaños a pastar plácidamente hasta que llegara el invierno.

Una tarde de otoño comenzó a nevar de tal manera, que los pastores tuvieron que guarecerse en una cabaña. De pronto escucharon que alguien tocaba a la puerta y, al abrir, encontraron a un mendigo cubierto de harapos quien les suplicó que le dejaran pasar la noche allí ya que no podía continuar su camino bajo la nieve y con tanto frío.

Sin embargo, los pastores se negaron y le respondieron que buscara una piedra bajo la cual guarecerse. Entonces cayó un rayo sobre la tierra y la figura del mendigo se transformó rodeándose de un halo luminoso. Se elevó en los cielos y desapareció entre las nubes maldiciendo a los pastores por su mala acción. Se cuenta que estos quedaron convertidos en piedra bajo las nieves de La Maladeta y que aquel vagabundo era el mismo Dios.

Aunque algunos estudiosos sostienen que esta cima se llamaba desde antiguo “Mala Eta”, lo que significaba “la más alta” o “las rocas de arriba”; la sabiduría popular entiende que el término actual de “La Maladeta” hace referencia a los “Montes Malditos” gracias a esta historia.

Tanto se extendió esta leyenda, que el alcalde de Esterri organizó una expedición en 1725 para comprobar que en las rocas de la Maladeta se distinguían el ganado y los pastores petrificados.